Si hay algo que cambió radicalmente en los últimos años, es la forma en que nos conocemos, nos enamoramos y, muchas veces, nos desenamoramos. Antes, empezar una relación era un proceso lento, casi artesanal: cruzarse en algún lado, miradas tímidas, charlas intermitentes, la espera de que te llamen (o, si eras valiente, animarte a llamar vos). Desde la primera cita hasta que la relación se consolidaba podían pasar semanas, meses o incluso años. Hoy, en cambio, todo sucede en tiempo récord.
Con las redes sociales y las apps de citas, conocer gente nueva es más fácil que nunca. Un match, un par de mensajes y en cuestión de días (o incluso horas), ya podés estar compartiendo una cena con alguien que hasta ayer ni sabías que existía. Suena práctico, ¿no? Y en cierto punto, lo es. Pero como todo, tiene su lado positivo y su lado complicado.