martes, 25 de marzo de 2025

El compromiso en las parejas ¿pasó de moda?

Hace unos días, en una charla con amigas, llegamos a una conclusión que me dejó pensando: el compromiso en las parejas de hoy es más raro que un billete de dos pesos. Y no hablo de compromiso en términos de matrimonio o promesas de amor eterno, sino del simple acto de construir algo a largo plazo con alguien. Parece que el "para siempre" ya no se usa y que el "hasta el próximo fin de semana" se ha convertido en la regla.

Lo curioso es que esta falta de compromiso está empezando a tener consecuencias más allá de los corazones rotos y las historias que terminan antes de que se enfríe el café.

Se está reflejando en la tasa de natalidad, que en muchos países –incluido el nuestro– está cayendo más rápido que las ganas de ir al gimnasio un lunes a la mañana. Parece que en la era de lo inmediato, hasta los bebés han pasado a ser un lujo que pocos se atreven a afrontar.


 

La urgencia de la vida moderna

Vivimos en un mundo en el que todo es rápido. Pedimos comida por una app, elegimos series con un clic y, si la primera escena no nos atrapa, pasamos a la siguiente sin piedad. Las redes sociales nos han enseñado que hay mil opciones esperando detrás de cada scroll, y lamentablemente, ese mismo criterio se aplica a las relaciones. Con un par de swipes en Tinder, podemos cambiar de pareja como quien cambia de canal.

No digo que la tecnología sea el problema –gracias a ella puedo pedir helado a las 2 AM sin necesidad de hablar con nadie–, pero sí creo que ha alterado nuestra forma de relacionarnos. Antes, conocías a alguien en una fiesta o por amigos en común, y si te gustaba, te la jugabas. Ahora, si algo no nos convence al 100%, mejor descartamos y probamos con otra persona. ¿Y para qué complicarse con hijos si ni siquiera podemos decidir qué serie ver juntos?

Contenidos cada vez más breves y superficiales

No es casualidad que nuestra capacidad de atención se haya reducido más que las porciones en los restaurantes de moda. Nos hemos acostumbrado a los estímulos rápidos: videos de 15 segundos, titulares impactantes, memes que dicen más que un libro entero. Las relaciones han adoptado esta misma lógica, y lo profundo se ve reemplazado por lo instantáneo.

El problema es que la crianza de un hijo no entra en la categoría de "experiencias rápidas y sin compromiso". No se puede pausar, cerrar la ventana o deslizar para otra opción. Criar a alguien requiere paciencia, esfuerzo y sobre todo, tiempo. Pero si apenas podemos concentrarnos en una conversación sin mirar el celular, ¿cómo vamos a sostener un proyecto de vida que demande años?

El miedo al compromiso (y a la paternidad)

Si a todo esto le sumamos la incertidumbre económica, la ecuación se vuelve aún más difícil. La idea de traer un hijo al mundo cuando ni siquiera sabemos si podremos pagar el alquiler el mes que viene es, como mínimo, aterradora. Y eso sin contar que muchos crecimos viendo a nuestros padres sacrificarse hasta el cansancio, lo que nos dejó la sensación de que tener hijos equivale a una vida de preocupaciones y gastos interminables.

Por otro lado, la independencia es un valor cada vez más importante. Nos gusta viajar, dedicarnos a nuestras carreras, tener tiempo para nosotros mismos. Y aunque todo eso es válido y maravilloso, muchas veces se convierte en una excusa para postergar decisiones importantes. "Ya habrá tiempo para hijos", nos decimos, sin darnos cuenta de que el tiempo pasa más rápido de lo que pensamos.

¿Y ahora qué?

No es que quiera sonar pesimista –aunque en estos tiempos, ser optimista es casi un acto de rebeldía–, pero si seguimos en esta dirección, vamos a terminar en un mundo lleno de solteros con gatos y perritos (que, ojo, no es un mal plan, pero tampoco puede ser la única opción). Tal vez sea hora de replantearnos nuestras prioridades y empezar a valorar el compromiso como lo que realmente es: la base de cualquier proyecto importante.

No digo que tengamos que casarnos a los 20 y tener cinco hijos antes de los 30, pero sí que sería bueno preguntarnos si estamos evitando el compromiso por miedo, por comodidad o simplemente por costumbre. Porque al final del día, por más rápido que avance la tecnología, hay cosas que solo pueden construirse con tiempo y esfuerzo.

Y si no me creen, prueben armar un mueble de IKEA sin seguir las instrucciones. Así de complicado es sostener una relación sin compromiso.

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